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El miedo al estigma de los y las menores con problemas de salud mental en el entorno escolar 

Las construcciones más clínicas y biomédicas de la salud mental, son percibidas como más estigmatizantes por niños y niñas y adolescentes, de modo que, un cambio de enfoque alternativo, puede ayudarles a normalizar la experiencia de recibir apoyo psicológico.

Esta es una de las conclusiones de un estudio publicado en la revista Journal of Affective Disorders, bajo el título Stigma related to targeted school-based mental health interventions: a systematic review of qualitative evidence (Estigma relacionado con intervenciones específicas de salud mental basadas en la escuela: una revisión sistemática de evidencia cualitativa).

Tal y como señalan los autores del estudio, a pesar de la prevalencia y el impacto negativo de los problemas de salud mental infanto-juvenil, la mayoría de niños y niñas y adolescentes no reciben tratamiento. Esta necesidad de insatisfecha de atención a la salud mental en la infancia y la adolescencia, manifiestan, "se reconoce como un problema de salud pública mundial".


En este contexto, cada vez más profesionales ponen de relieve la necesidad de implementar servicios de salud mental basados en la escuela, subrayando la relevancia de incrementar el acceso al apoyo psicológico infanto-juvenil, contando, para ello, con la figura del psicólogo educativo en los mismos, una iniciativa que también en los últimos años, ha venido planteando el Consejo General de la Psicología.

A este respecto, los investigadores de este estudio recuerdan que el entorno escolar presenta sus propias características y desafíos distintos del entorno clínico. Concretamente, destacan los posibles problemas de estigma que pueden sufrir niños y niñas y adolescentes, por el mero hecho de estar en contacto con estos servicios dentro del centro educativo, y que impedirían que la intervención sea socialmente aceptable para los destinatarios de la misma.

Dado lo anterior, consideran fundamental comprender de qué modo las preocupaciones relacionadas con el estigma pueden comprometer la implementación eficaz de los servicios psicológicos en los centros educativos y cómo se pueden superar estos desafíos. Por ello, han llevado a cabo una revisión de estudios cualitativos, con el objetivo de identificar los posibles efectos estigmatizantes de la participación en intervenciones de salud mental basadas en la escuela, en aquellos y aquellas estudiantes de educación primaria y secundaria y qué acciones emprender para evitarlo.

Del análisis de los datos, se desprenden los siguientes resultados:

- Existe evidencia de estigma anticipado y experimentado en relación con el apoyo a la salud mental. Los y las estudiantes manifiestan las siguientes preocupaciones:

  • Etiquetado negativo: una de las inquietudes señaladas por niños y niñas y adolescentes es que, al contactar con estos servicios, se conozca el estado de su salud mental y pueda provocar un etiquetado negativo por parte de sus iguales (etiquetas que enfatizan la diferencia y la desviación de la norma, como por ejemplo, "extraño", "anormal", y/o etiquetas que reflejan actitudes estereotipadas hacia las personas con problemas de salud mental, del tipo, "psicópata" o "loco".

    Si bien este etiquetado negativo generalmente se describe en relación con las opiniones de los demás, para algunos y algunas estudiantes hay un sentido interno de incompetencia personal y sentimientos asociados con la culpa y la vergüenza, que reflejan procesos de autoestigmatización.

  • Reacciones discriminatorias: miedo a las reacciones hostiles anticipadas y experimentadas de los compañeros, incluido el acoso y las burlas manifiestas, y el sentimiento de rechazo y de ser juzgados. Los docentes y orientadores también son percibidos como una fuente de discriminación (algunos estudiantes revelan haberse sentido "odiados" y tratados de manera desigual debido al contacto con los servicios de salud mental).

  • Confidencialidad comprometida: a los estudiantes les preocupa que los orientadores puedan divulgar detalles de su salud mental a otros, y que sus amigos puedan romper esa confidencialidad.

- Las preocupaciones relacionadas con el estigma se traducen en una serie de consecuencias:

  • Ansiedad anticipatoria: los estudiantes revelan sentir miedo a las reacciones negativas y presentan un elevado nivel de incertidumbre al anticipar e iniciar el contacto con los servicios de salud mental.

  • Divulgación restringida: otra barrera relacionada con el estigma es el temor a las consecuencias negativas de la divulgación, que provocan la renuencia de algunos y algunas estudiantes a ser completamente abiertos durante las sesiones de orientación.

  • Rechazo del apoyo disponible: minimizando su necesidad de apoyo y los posibles beneficios del mismo.

- Estrategias que pueden atenuar esta situación:

  • Aplicación de construcciones alternativas para el apoyo psicológico: la evidencia indica que los estudiantes responden favorablemente cuando el contenido central de las intervenciones enfatiza los aspectos relacionales con los proveedores y el manejo práctico de los problemas cotidianos (por ejemplo, hablar, escuchar y resolver problemas), en lugar de construcciones más clínicas y biomédicas de la salud mental, las enfermedades y la terapia, percibidas por ellos como más estigmatizantes. Por tanto, cambiar el enfoque biomédico por otro alternativo, puede ayudar a normalizar la experiencia de recibir apoyo psicológico.

  • Mayor capacidad de elección y control: las experiencias positivas y no estigmatizantes se debaten en términos de elección y control en la búsqueda de ayuda. Hacer sentir a los y las estudiantes como usuarios y usuarias de servicios proactivos, en lugar de receptores pasivos de atención psicológica, es una acción útil que influye en el rechazo a las actitudes críticas de los compañeros y les alienta a hacer valer su derecho a buscar apoyo.

  • Garantizar la confidencialidad y fomentar la confianza: dada la sensibilidad en torno a la divulgación de los problemas de salud mental y el uso del servicio en las escuelas, la confidencialidad y la confianza son clave para superar las barreras relacionadas con el estigma. Ejemplos para tal fin son la mejora de privacidad en relación con el entorno físico (por ej., evitando habitaciones con ventanas de vidrio transparente, uso de métodos discretos, como citas genéricas, para indicar que un estudiante necesitaba abandonar la clase).

Para el fomento de la confianza, es fundamental garantizar que los y las estudiantes estén claramente informados sobre los procedimientos de intervención, y particularmente, sobre cómo se va a gestionar la privacidad y la elección. Una vez que se establece un sentido de confidencialidad y confianza, los estudiantes se sienten capaces de participar plenamente con el apoyo y debatir sus problemas. A su vez, los proveedores de servicios afirman que su capacidad para brindar un apoyo eficaz, depende de la medida en que los y las estudiantes los perciben como confiables.

Brindar información clara y anticipada también es importante para aclarar las expectativas y resolver las incertidumbres sobre el contenido y la entrega de las intervenciones, que de lo contrario pueden causar ansiedad anticipada y riesgo de desconexión.

Estos hallazgos ilustran la dinámica complicada que enfrentan los y las estudiantes en el entorno escolar, donde los compañeros pueden representar una valiosa fuente, tanto de apoyo, como de preocupación con respecto al etiquetado negativo y otros comportamientos discriminatorios.

De los resultados anteriores, el estudio enfatiza la relevancia ecológica y la terminología accesible (por ejemplo, la resolución de problemas en situaciones cotidianas) sobre "las construcciones biomédicas en el marketing social de las intervenciones de salud mental", así como la trascendencia de evitar el lenguaje estigmatizado en torno a la "salud mental".

Asimismo, pone el foco en el hecho de que la provisión de salud mental es relativamente más común en las escuelas secundarias en comparación con las escuelas primarias, dado que la muestra de niños y niñas y adolescentes en la mayoría de estudios incluidos en esta revisión, son estudiantes de secundaria de al menos 12 años. En esta línea, atendiendo al hecho de que tanto los problemas de salud mental como el estigma se manifiestan entre los más pequeños, se aconseja que la investigación futura analice las posibles influencias estigmatizantes en relación con el apoyo a la salud mental en muestras más jóvenes.

Los autores concluyen subrayando la utilidad de estas conclusiones para emprender estrategias que puedan mitigar las preocupaciones relacionadas con el estigma, e incrementar el acceso de los estudiantes al apoyo en salud mental.

Fuente: INFOCOP. Gronholm, Petra C. and Nye, Elizabeth and Michelson, Daniel (2018) Stigma related to targeted school-based mental health interventions: a systematic review of qualitative evidence. Journal of Affective Disorders, 240:17-26. DOI: 10.1016/j.jad.2018.07.023

Así se enseña a un niño a tener empatía, una vacuna contra la intolerancia

La consideración hacia los demás se inculca a través del lenguaje, el ejemplo y normas claras

Comentarios hirientes, actitud egoísta, manipuladora, incluso agresiva. Es la sombra de la infancia que todo padre conoce y de la que pocos hablan fuera del hogar. A veces el tema no sale ni entre las paredes del nido. Cómo iba a salir: son comportamientos que descolocan a los adultos aunque, en mayor o menor medida, todos los niños los experimenten. Afortunadamente, son el signo de una etapa en la que los pequeños comienzan a desarrollarse socialmente -entre los 4 y los 6 años- y en la que su mundo aún está marcado por las necesidades inmediatas. Hasta que no la atraviesan no comienzan a desarrollar la capacidad mostrar consideración por los demás. Entonces nace la empatía, pero el parto es delicado, requiere grandes dosis de paciencia y ayuda.

Háblale de ayudar aunque pienses que no te entiende

Que uno no vive en una burbuja, sino en una comunidad, es todo un descubrimiento para los niños. Y no llega sin más; es la consecuencia de un trabajo educativo en el que los padres deben implicarse por completo. Establecer normas y límites claros es imprescindible para que los niños empiecen a distinguir entre lo que está bien de lo que está mal, así como para que comiencen a desarrollar el autocontrol.

Pese a que la empatía es un sentimiento complejo, la neurocientífica Helen Riess sostiene en su libro The Empathy Effect que la automatización de ciertos comportamientos que expresan amabilidad, como acostumbrarse a dar las gracias o a ofrecer ayuda cuando alguien la necesita, es una manera de ir desarrollando esta capacidad. Riess insiste en vigilar el lenguaje y no normalizar cometarios como "odio a este profesor". Enséñale a ser amable.

No es sencillo, pero hay muchos recursos al alcance de los padres concienciados. Por ejemplo, apoyar la comunicación en cuentos y películas ayuda a los niños a entender la naturaleza humana, como El Monstruo de Colores, de Ana Lleras, e Inside Out. Incorporar una mascota a la familia es otro clásico que no pierde su fuerza: "No solo enseñan a los niños el valor del cuidado, también el de la responsabilidad", argumenta la psicóloga Bárbara Zapico.

El ejemplo, siempre el ejemplo

Las noches en que padres e hijos conectan en las páginas de un libro y los paseos en la compañía animal hacen que el camino hacia la empatía sea bonito, pero en los recodos crecen las sombras. Algunas de ellas dibujan problemas particulares que pueden impedir su correcto desarrollo, pero son casos minoritarios. Cuando el objetivo de que los niños desarrollen la empatía se aleja más y más, hasta que emergen monstruosos jóvenes maltratadores, "casi siempre es consecuencia de hogares donde no hay una relación correcta con las normas: o bien no hay ninguna, o se trata de un ambiente muy rígido", explica la psicóloga.

"A veces también encontramos conductas impulsivas y otras dificultades en habilidades sociales, problemas de autocontrol y baja tolerancia a la frustración. En algunos casos el desencadenante está en la presión de grupo, en conductas de agresividad en la familia...", añade. Aunque sea poco frecuente, hasta pueden darse casos de niños agresores en hogares sensibles al problema del bullying.

Zapico insiste en que, en el esfuerzo de las familias por que sus hijos desarrollen su sensibilidad para entender los problemas y circunstancias de otra persona, el ejemplo lo es todo. Si los niños asisten a batallas campales entre sus padres o a comportamientos en los que el desprecio se convierte en moneda de cambio, cualquier camino trazado en dirección a la empatía se desvanecerá. Por eso no puede existir la empatía sin la ética. Las dos agujas de esa brújula que indica el camino de la libertad del ser humano.

Es necesario educar en la manera de compartir, percibir y comprender lo que el otro puede sentir. Y el bien de los pequeños es el de toda la sociedad; la empatía es la mejor vacuna contra los movimientos de intolerancia que crecen en tuits, comentarios de YouTube, estados de Facebook y mensajes de WhatsApp. Pero la exposición a los problemas de los otros no debería ser demasiado agresiva.

No se trata de que los niños salven el mundo

El mundo es duro y la naturaleza, cruel. Son dos lecciones que todos debemos aprender tarde o temprano... pero no hay prisa. Sin embargo, algunas familias se ven tentadas a acelerar el proceso en las mentes aún tiernas de sus retoños, por ejemplo, a través de actividades solidarias, generalmente organizadas por adultos. Si el sábado por la mañana, con la tostada aún en la boca, el niño pregunta: "¿Tengo que ir, papá?". El padre piensa: "Sí, hijo, es por tu bien". Pero no tiene por qué ser así. Las incursiones en el voluntariado con enfermos graves o con personas en situación de pobreza son iniciativas loables, pero no necesariamente educativas.

El espíritu que mueve a los padres a involucrar a los niños en actividades como estas para que puedan conectar con las necesidades de los demás no podría tener mejores intenciones. Pero la empatía, esa maravillosa capacidad de compartir los sentimientos de otros seres humanos, esa luz invisible que ha sido declarada en busca y captura en los círculos neurocientíficos, no es un proceso que uno pueda forzar. Pensar que los niños pequeños serán mejores personas por mancharse con la desgracia ajena, en actividades generalmente organizadas por y para adultos, no solo supone un dudoso gasto de energía, sino que puede constituir un error de bulto desde el punto de vista de la pedagogía.

"Al final, estas estrategias suponen recurrir a un voluntariado como si fuera una técnica de inmersión psicológica, algo que, en cuanto a efectividad, solo serviría en el corto plazo", opina Zapico. "No hay que ocultar que en el mundo pasan cosas terribles y que existe la muerte -matiza-, pero no recomendaría ningún procedimiento basado en exponer a los niños a situaciones extremas. No hay que olvidar que la infancia es un periodo donde es frecuente que se desencadenen miedos", advierte. Y si piensas que el miedo a la muerte te hace mejor persona, deja que tu hijo lo descubra por sí mismo.

Una empatía sana nos permite implicarnos en los problemas del prójimo pero con una importante condición: no perder de vista la frontera que los separan de las propias tribulaciones. Quien no es capaz de gestionar el equilibrio, cuya delicadeza aflora fácilmente cuando uno está cara a cara con la desgracia ajena, sin cordones sanitarios de por medio, corre el riesgo de desarrollar la fatiga por compasión. El trastorno puede desencadenar estrés y depresión, por eso la empatía no puede canalizarse de cualquier manera.

Es lo que sostiene el psicólogo cínico del hospital Vithas Nisa Pardo de Aravaca Carlos Rodríguez Méndez, quien insiste en la importancia de establecer límites en las relaciones interpersonales. También remarca que las personas que no establezcan bien estas fronteras se convertirán en "demasiado influenciables, hasta el punto de que pueden desconectarse de sí mismos, asumiendo los problemas ajenos como propios". Y concluye: "El bienestar se alimenta en una empatía en equilibrio. Esto nos proporciona seguridad en nosotros mismos y da valor a nuestro espacio".

Natalia Lopez Pevida, El País.


COMO DESARROLLAR UNA BUENA AUTOESTIMA EN TU HIJO

Asunción García Molina, Psicóloga General Sanitaria, especialista en infantil y adolescente.

· Dale amor incondicional

Dale mucho amor, abrazos y besos. Dile cuánto lo quieres, no importa lo que haga. La autoestima de un niño florece cuando lo aceptas tal y como es, sin importar cuáles son sus puntos fuertes, sus dificultades, su temperamento o su destreza.

Cuando tengas que disciplinarlo, aclárale que es su comportamiento y no él lo que es inaceptable. Por ejemplo, en lugar de decirle "¡Eres un niño malo!" o "¿Por qué no puedes ser bueno?", dile: "No estuvo nada bien que empujaras a Gabriel. Puedes lastimarlo. Por favor, no empujes".

· Escúchalo cuando habla

Es importante que se sientan que nos importa lo que nos habla, invítales a que se expresen y a que den su opinión sobre algo. Enséñale también a que de una opinión diferente a la del grupo porque eso hará que se afirme su identidad ya que nuestra identidad está formada por nuestras opiniones, pensamientos y acciones.


· Bríndale atención

Aparta tiempo para dedicarle a tu hijo tu atención completa, sin hermanos ni otras personas que te distraigan. Salir juntos a caminar o pasar media hora juntos antes de irse a la cama. Tu atención le ayudará a reforzar la sensación de que es valioso e importante para ti.

No tiene que ser mucho tiempo, pero, por ejemplo, si tu niño quiere hablar contigo, deja de mirar la correspondencia o apaga el televisor para conversar con él. Míralo a los ojos para que sepa que realmente lo estás escuchando.

· Establece límites

Establece algunas reglas razonables y haz tu hijo las respete. Por ejemplo, si le dices que tiene que comer su merienda en la cocina, no le permitas que coma por toda la casa al día siguiente.

Es importante que sepa que algunas reglas no se pueden cambiar. Eso le ayuda a sentirse más seguro. Es posible que tengas que repetir muchísimas veces las reglas que estableciste, antes de que las siga. Procura ser clara y consistente, y muéstrale que confías en él y sabes que hará lo que esperas.

· Ofrécele opciones

Para un niño de 2 años, una buena regla es proporcionarle dos opciones diferentes. Y es que a esta edad, tu niño no está listo aún para elegir entre demasiadas alternativas. Por ejemplo, pregúntale si prefiere ponerse la camisa roja o la amarilla, o si prefiere desayunar cereales o galletas.

Cuando tenga más edad podrás darle más opciones, y al mostrarle que confías en su capacidad de decisión, le ayudas a construir su autoestima. Respeta la decisión que haya tomado.

· Déjalo que cometa errores

Si pone su plato demasiado cerca del borde de la mesa y se cae, no lo regañes. Mejor pregúntale qué puede hacer de manera diferente la próxima vez para que no suceda lo mismo. Ayúdalo a entender que es normal cometer errores de vez en cuando y que eso no significa que deba sentirse mal. Los errores no hay que verlos como un fracaso si no como una oportunidad que nos brinda la vida para aprender y poder hacerlo mejor. La resolución de los errores hacen que los niños sean más competentes para la vida adultay se dan cuenta de que son capaces de solucionar sus problemas.

Cuando tú misma cometas un error, admítelo con tranquilidad. Al reconocer tus propios errores y mostrarle que te recuperas sin dificultad, le estás enseñando a tu hijo una poderosa lección, ya que eso le ayudará a aceptar sus propios errores con más facilidad.

· Facilítale el éxito

Ponle una banqueta al lado del lavabo para que tu hijo pueda lavarse solo los dientes y las manos. Guarda sus juguetes y libros en un lugar donde los pueda alcanzar. Cómprale ropas que se pueda poner y quitar sin ayuda. Cuando sea más grande, intenta que los deberes los haga solo pero que tú estás para ayudarle. Cuando tengan alguna dificultad, nosotros vamos a prestarles nuestro apoyo pero sin resolverle el problema si no que le daremos las herramientas necesarias para que ellos solos resuelvan la tarea.

Al darle los recursos que necesita para cuidar de sus propias necesidades, fomentarás su independencia y su confianza en la capacidad de hacer las cosas por sí mismo.

Es muy positivo mandarles tareas de la casa que ellos puedan resolver por sí solos, esto les dará más seguridad en sí mismos.

· Celebra lo positivo

Haz un esfuerzo por reconocer, todos los días, las cosas buenas que hace tu hijo y dilo en voz alta. Le puedes comentar a su padre: "José lavó todas los verduras para la cena". El pequeño no sólo disfrutará de tus palabras de aliento sino también de los comentarios positivos de su padre.

Sé específica. En lugar de decir "¡Lo hiciste muy bien! ", di: "Gracias por esperar con tanta paciencia en la fila". Tu hijo tendrá la sensación de haber logrado algo y su autoestima se fortalecerá. Además sabrá exactamente qué fue lo que hizo bien.

· Acepta sus emociones

Cuando tu hijo tenga una rabieta o un episodio de ira, procura ver las cosas desde su punto de vista. Para un niño, hay momentos que son realmente una verdadera tragedia aunque para nosotros nos parezca insignificante. No invalides esa emoción y reconócele primero que está enfadado por el motivo que sea y luego intenta calmarlo para que tome control de su estado emocional.

Ayúdalo a sentirse cómodo con sus emociones definiendo o nombrando lo que siente. Dile: "Comprendo que estés triste porque tenemos que...". Si aceptas sus emociones sin juzgarlo, reafirmas sus sentimientos y le demuestras que lo que él dice es importante. A esto se le llama Validación de las Emociones y es necesario para una buena salud emocional. Una vez validado sus emociones, entonces se podrá hacer algo para bajar/regular su intensidad.


· Evita comparaciones

Evita comentarios tales como "¿Por qué no eres como tu hermana? " o "¿Por qué no eres agradable como Pedro?". Simplemente le recordarán a tu hijo sus defectos. Incluso comparaciones positivas como "Tú eres el mejor jugador", son potencialmente dañinas porque a tu hijo se le hará difícil alcanzar tu nivel de exigencia.

Si en cambio le dices que lo aprecias por ser como es, y no por ser mejor o peor que los demás, será más probable que se valore a sí mismo.

· Muéstrele tu propia autoestima

Una de las mejores maneras de fomentar el desarrollo de la autoestima de tu hijo es mostrándole la tuya propia. Demuéstrale que te sientes orgullosa de tus logros y haz lo posible por evitar decir cosas negativas sobre ti misma como: "¡Qué idiota soy!", cuando cometas un error.

· Ofrécele aliento

Todos los niños necesitan apoyo de sus seres queridos. Es importante repetirle que crees en él y que lo animes a seguir adelante. Dar aliento significa reconocer el progreso, y no solo premiar un logro. Si tu hijo tiene dificultades en abrocharse el pantalón, dile: "Estás poniendo todo tu empeño, ¡y casi lo logras!". Eso hará que se sienta bien consigo mismo, aunque aún no tenga la capacidad de hacerlo solito. Es importante valorar el esfuerzo y no el resultado.

¿PORQUE ES BUENO FAVORECER UNA BUENA AUTOESTIMA?

  1. Favorece una sana autoestima. Los estudios demuestran que una sana autoestima tiene una influencia determinante en el desarrollo de la identidad.
  2. Ayuda al desarrollo del autoconcepto, ya que el desarrollo de la identidad se apoya en éste.
  3. Muéstrele una imagen adecuada de sí mismo. Ya que la primera opinión de sí mismo se apoya en la imagen que le ofrecen sus figuras más cercanas.
  4. Fomenta el desarrollo de sus habilidades sociales. Las figuras de apoyo social tienen un gran peso en el desarrollo de la identidad.
  5. El desarrollo de su autonomía es también muy importante para el desarrollo de la identidad. Deja que haga cosas por sí mismo y déjale ser.
  6. Pregúntale que es lo que quiere y que es lo que le gusta en lugar de decidir por él/ella.
  7. Deja que sean ellos mismos y proporciona un clima donde puedan expresar su yo con confianza y sin miedo o vergüenza.
  8. No coartes su identidad. En algunas ocasiones dictamos el camino que deben seguir nuestros niños y no les dejamos trazar su propio camino.



LA DISMINUCIÓN DEL JUEGO LIBRE AFECTA A LA SALUD MENTAL INFANTIL. MENOS JUEGO LIBRE, MÁS DEPRESIÓN Y ANSIEDAD INFANTIL.

"LA VANGUARDIA" por Mayte Rius, Barcelona 27/08/2018

Los expertos relacionan el aumento de psicopatologías en menores con la falta de autonomía para explorar y ejercer el autocontrol

Si usted es de los que alza a su hijo para que suba a las barras de equilibrio o a un árbol, de los que le advierte constantemente que se va a caer del tobogán, o de los que interviene cuando discute con otros niños por un juguete o por quién ha ganado, sepa que le está haciendo un flaco favor, que está comprometiendo su desarrollo psicológico.

Cada vez son más los psicólogos, médicos y pedagogos que vinculan el declive del juego libre, espontáneo y sin supervisión de adultos con el aumento de las enfermedades mentales infantiles, en especial de la depresión y la ansiedad. ¿Por qué?

"Porque el decidir libremente con quién, dónde, cuándo y a qué jugar permite la adquisición de habilidades y destrezas, obliga a aceptar, negociar, pactar, tomar decisiones, resolver conflictos, ensayar, equivocarse, asumir riesgos, sobrepasar límites, y eso mejora la confianza y la resilencia, es decir, la capacidad de sobreponerse de manera optimista a las adversidades", responde Jaume Bantulà, director del grado en Actividad Física y Deporte en Blanquerna-URL y miembro del Observatorio del Juego Infantil.

"Decidir con quién, dónde, cuándo y a qué jugar obliga a negociar, pactar, tomar decisiones, asumir riesgos... Y eso mejora la confianza y la resilencia"


JAUME BANTULÀ Miembro del Observatorio del Juego Infantil

Pero hoy padres y madres supervisan las actividades de los niños a escasa distancia y vigilan sus movimientos, sobreprotegiéndolos y privándolos de gran parte de esos aprendizajes. Y cuando no están bajo la mirada de los padres están bajo la supervisión de un maestro, un familiar o un monitor que dirige sus actividades, siempre controlado por un adulto que organiza y gestiona su ocio. El resultado es una notable falta de libertad para jugar y explorar por ellos mismos, para desarrollar intereses propios, para aprender a resolver sus problemas, cómo controlar su vida y, sobre todo, sus emociones.

"El juego es el instrumento que tienen los niños para interpretar la realidad, para entender cómo funciona la vida y para explicarlo todo, y si se pauta, codifica y vigila mucho, si les decimos qué han de hacer en cada momento, se les quitan herramientas para que luego puedan inventar respuestas con sus propios recursos a las situaciones vitales que se le presenten", cosa que tiene relación directa con la depresión y la ansiedad, explica José Ramón Ubieto, profesor de Psicología de la UOC.

"La mejor forma de arruinar el juego infantil es supervisar, halagar o intervenir"

PETER GRAY Psicólogo

Más categórico se muestra, si cabe, el neuropsicólogo Álvaro Bilbao, autor de El cerebro del niño explicado a los padres (Plataforma Editorial): "No es que el juego influya en el desarrollo psicológico sino que es una necesidad psicológica; y cuando los padres nos entrometemos y les advertimos, cuando les decimos hasta cómo se tienen que sentir, se les quita confianza, y un niño con menos confianza se siente más inseguro, más vulnerable, y tiene más riesgo de caer en depresión". Subraya que, por el contrario, los niños que juegan solos son más capaces de negociar, de resolver problemas prácticos y conflictos, se sienten más competentes para hacerlo, se saben capaces, y eso les proporciona confianza y redunda en su autoestima. "Al niño que le llevamos siempre a actividades programadas, al que sobreprotegemos y alertamos continuamente de los riesgos, le damos un mensaje de que no confiamos en él, que hay que vigilarle, y eso afecta a la autoestima", enfatiza Bilbao.

El psicólogo Peter Gray, dedicado a la investigación de las formas en las cuales los niños aprenden de forma natural y en el valor del juego, sostiene en sus artículos que la mejor forma de arruinar el juego infantil es "supervisar, halagar, intervenir". Gray ha documentado y descrito una conexión causal entre el declive del juego libre y el aumento de patologías psicológicas en los jóvenes estadounidenses durante las últimas décadas. "En ausencia de juego libre con iguales, los niños no pueden adquirir las habilidades sociales y emocionales que son esenciales para una vida y un desarrollo psicológico sanos", argumenta. (Ana Jiménez):

"Si de niños siempre dependen de los maestros o de sus padres, en la vida adulta van a tener problemas para resolver sus dificultades porque no los tendrán a mano", coincide Katia Hueso, cofundadora de Grupo de Juego en la Naturaleza Saltamontes, la primera escuela infantil al aire libre que se creó en España, y autora de Somos Naturaleza. Un viaje a nuestra esencia (Plataforma Editorial).

Hueso explica que cuando los niños tienen libertad a la hora de jugar, el juego en sí dura poco porque pasan la mayor parte del tiempo pensándolo, consensuando qué van a hacer, con qué y cómo, de modo que trabajan la creatividad, la imaginación y la fantasía además de las habilidades sociales.

Causas Diversas

La superprotección de los padres, la vida en las ciudades, el urbanismo, los horarios laborales y las políticas infantiles limitan que los niños jueguen solos en la calle

Y remarca que si además de jugar con libertad lo hacen al aire libre, la combinación resulta aún más poderosa y beneficiosa para su salud mental, porque tienen más espacio, más materiales con los que jugar, aparecen más imprevistos a los que adaptarse y mayor sensación de libertad y serenidad. "Si el niño sale a jugar al campo y lo encuentra encharcado tendrá que jugar con el charco y no con el suelo, y eso significa gestionar los cambios, adaptarse y hacer cintura, que son cosas que vienen muy bien en la vida adulta para sobrellevar las cuestiones que no podemos controlar", ejemplifica Hueso.

Pero el declive del juego libre no es sólo consecuencia de la superprotección de los padres. La tendencia a vivir en ciudades o grandes núcleos urbanos, el aumento del tráfico, los hábitos de vida, los extensos horarios laborales e incluso el tipo de urbanismo y las políticas infantiles desarrolladas durante décadas también han limitado el juego infantil. En las ciudades, los niños y sus juegos han desaparecido de las calles; fuera de los parques infantiles y las zonas de recreo, molestan. "Y a menudo esos espacios de juego público se caracterizan por su seguridad pero no invitan al juego espontáneo y creativo, y en ellos padres y madres supervisan las actividades a escasa distancia", apunta Bantulà.

A este respecto, Petra M. Pérez -catedrática emérita de Teoría y Antropología de la Educación de la Universidad de Valencia- enfatiza que "cuando jugabas en la calle libremente con otros niños y niñas aprendías de forma natural a superar la frustración sin derivarla en agresividad -por ejemplo cuando corrías poco y no te querían para jugar al rescate-, a dilatar la gratificación -no podías saltar a la comba hasta que te tocaba-, a relacionarte con otros sin que se plieguen a tus caprichos, a autocontrolarte y a asumir las consecuencia de lo que haces o decides".


Aprender A Manejar Riesgos

Por ventajas que tenga el juego sin supervisión al aire libre hoy resulta inimaginable dejar que los niños salgan solos a la calle para jugar con amigos. Las ciudades no son demasiado amables, es difícil encontrar lugares donde los niños puedan apartarse y explorar tranquilos y sin que los padres teman por atropellos, robos o secuestros. Pero sin descuidarlos, se les puede dejar "solos" por la vía de no intervenir cuando se les acompaña al parque o a la plaza. "Es importante que desde pequeñitos no interrumpamos el juego de los niños, dejarles a su aire, no interferir cuando interaccionan con otros bebés en el arenero ni ayudarles a trepar al tobogán... Hay que darles espacio y tiempo, quedarnos fuera del recinto y no intervenir en sus disputas salvo que haya agresiones físicas o abuso porque el conflicto se plantee con un niño mucho más mayor", explica Álvaro Bilbao.

La Seguridad

Se les puede dejar "solos" por la vía de apartarse y no intervenir cuando se les acompaña al parque o a la plaza

Katia Hueso cree que la intervención de los padres cuando acompañan a los niños al parque debe limitarse a dar pautas del tipo "de esta plaza no puedes salir" o "de aquel árbol no puedes pasar porque no te veo", y dentro de esos márgenes ofrecerles juego libre, confiar en ellos, "porque cuando les das confianza suelen respetar los límites". Añade que cuando se les permite manejarse solos, los niños adquieren mayor capacidad para valorar el riesgo. "El niño al que se aúpa al tobogán no sabe valorar sus posibilidades, pero el que lo hace por sí mismo sí sabe de qué es capaz, así que se mete en menos líos", comenta.

Bilbao explica que hay estudios que constatan que en los parques de aventura donde hay elementos peligrosos (cuerdas, botellas, serruchos, clavos...) y los adultos tienen vetada la entrada hay menos accidentes que en los parques convencionales donde los padres están constantemente diciendo "cuidado con eso" o "no te subas ahí".

Hueso subraya que cuando los adultos dejan espacio y no intervienen dan al niño no solo la oportunidad de explorar jugando, sino también de aburrirse, de frustrarse, de examinar sus ideas o de alejarse a un rincón para estar solo, "cosas muy importantes para la salud mental". A modo de ejemplo comenta que si un niño quiere subirse a un árbol y no lo consigue, es mejor acompañarle en la frustración que empujarle para que suba. "Si le subes, su satisfacción será muy efímera; en cambio sí le acompañas en la frustración y le dejas gestionar la impaciencia, la satisfacción que sentirá al subir a la tercera intentona sí que la recordará y le servirá en el futuro", dice.

LA VANGUARDIA por Mayte Rius, Barcelona 27/08/2018


El cerebro necesita emocionarse para aprender

Los nuevos experimentos en la enseñanza vislumbran el fin de las clases magistrales. Una de las tendencias es la neurodidáctica

"El PAIS" POR ANA TORRES MENÁRGUEZ

En el año 2010 un equipo de investigadores del Massachusetts Institute of Techonolgy (MIT), en Boston, colocaron a un universitario de 19 años un sensor electrodérmico en la muñeca para medir la actividad eléctrica de su cerebro las 24 horas durante siete días. El experimento arrojó un resultado inesperado: la actividad cerebral del estudiante cuando atendía en una clase magistral era la misma que cuando veía la televisión; prácticamente nula. Los científicos pudieron probar así que el modelo pedagógico basado en un alumno como receptor pasivo no funciona.

                                                                                                Fotografía de Álvaro García



"El cerebro necesita emocionarse para aprender", explica José Ramón Gamo, neuropsicólogo infantil y director del Máster en Neurodidáctica de la Universidad Rey Juan Carlos. En el último lustro, en España han aparecido diferentes corrientes que quieren transformar el modelo educativo y una de ellas es la neurodidáctica. No es una metodología, sino un conjunto de conocimientos que está aportando la investigación científica en el campo de la neurociencia y su relación con los procesos de aprendizaje. "Antes solo se podía observar el comportamiento de los alumnos, pero ahora gracias a las máquinas de neuroimagen podemos ver la actividad cerebral mientras realizan tareas", añade Gamo. Esa información sirve a los profesores y pedagogos para decidir qué métodos son los más eficaces.

Gamo, que estudia las dificultades de aprendizaje de personas con dislexia o TDAH desde hace más de 20 años, observó que en la mayoría de los casos esos problemas no estaban relacionados con esos síndromes, sino con la metodología escolar. Él y su equipo identificaron que el 50% del tiempo de las clases de primaria en España se basan en transmitir información a los estudiantes de forma verbal, algo que en secundaria sucede el 60% del tiempo y en bachillerato casi el 80%. "Indagamos sobre lo que estaba sucediendo en las aulas y queríamos saber qué decía la ciencia al respecto, si ese método estaba justificado".

Basándose en diferentes investigaciones científicas y en las suyas propias, concluyeron que para la adquisición de información novedosa el cerebro tiende a procesar los datos desde el hemisferio derecho -más relacionado con la intuición, la creatividad y las imágenes-. "En esos casos el procesamiento lingüístico no es el protagonista, lo que quiere decir que la charla no funciona. Los gestos faciales, corporales y el contexto desempeñan un papel muy importante. Otra muestra de la ineficacia de la clase magistral", explica Gamo.

Por ello, la neurodidáctica propone un cambio en la metodología de enseñanza para sustituir las clases magistrales por soportes visuales como mapas conceptuales o vídeos con diferentes apoyos informativos como gráficos interactivos que requieran la participación del alumno. Otra de las apuestas es el trabajo colaborativo. "El cerebro es un órgano social que aprende haciendo cosas con otras personas", añade.

En los últimos cinco años, Gamo ha formado en neurodidáctica a docentes de una treintena de colegios públicos en diferentes comunidades autónomas. El principal problema, en su opinión, es que las escuelas no están tomando la decisión sobre hacia dónde quieren innovar, a lo que se suma que nadie les acompaña en la implementación de las nuevas metodologías. "La direcciones de los centros están enrocadas en los métodos tradicionales basados en clases magistrales, memorización y exámenes escritos".

En ese escenario conviven cientos de profesores y entre ellos hay quienes no se conforman con lo establecido. Chema Lázaro, de 34 años, da clase a alumnos de sexto de primaria en un colegio concertado de Moralzarzal y desde hace dos años y medio aplica la neurodidáctica en el aula. "Mis alumnos siempre me decían que yo molaba mucho, pero que mis clases eran una porquería", cuenta. Empezó a investigar sobre metodologías alternativas y creó el blog Pizarras abiertas, que en 2013 le valió el premio nacional sobre las TIC en el aula del Ministerio de Educación. Lázaro buscaba una base científica que apoyase su apuesta: hacer que sus estudiantes aprendiesen para toda la vida sin memorizar.

El 50% del tiempo de las clases de primaria en España se destina a que hable el profesor. En bachillerato es casi el 80%

"Mi método respeta el proceso por el que el cerebro aprende: primero va la motivación, luego la atención y por último la memoria. En ese orden". Para explicar el antiguo Egipto intenta captar el vínculo emocional de los chavales. A través de su canal de YouTube les plantea jeroglíficos en vídeos con formato de tráiler cinematográfico. "Con ese material se motivan y así tengo alumnos atentos", continúa. Utiliza la gamificación y las capitales se aprenden ganando puntos en la plataforma Kahoot. Para ver las pirámides, vista desde un dron o Google Earth.

Una de las plataformas de educación online basada en la neurodidáctica es Neurok. El director de la compañía, Agustín Cuenca, empezó a explorar el mundo educativo hace 10 años, cuando a su hijo de cinco años le diagnosticaron hiperactividad. "Partimos de que la formación online no funciona, solo un 10% de los que se apuntan a un MOOC -cursos online masivos y gratuitos- lo termina". En una plataforma tradicional se encuentran contenidos, mientras que en Neurok hay debates.

Cuenca y un equipo de 10 pedagogos y profesores de universidad y primaria han aplicado los formatos de Twitter y Facebook a la educación. "Antes siempre sabías a quién pedir los apuntes. Ahora decides a quien seguir en esta red social en la que todos los alumnos comparten contenidos y debaten sobre diferentes temas. El profesor hace de guía y aporta criterio sobre qué contenidos son de calidad", explica Cuenca. Lo más difícil de este modelo de aprendizaje, reconoce este informático, es la participación. El sistema cuenta con hashtags, menciones o notificaciones en el móvil, entre otros servicios. La idea de Neurok es ser utilizada como una plataforma de apoyo a las clases presenciales o directamente como el esqueleto de un curso online.

Eso es lo que sucede con el Máster en Neurodidáctica de la Rey Juan Carlos, un curso blended en el que el 80% del contenido se imparte en la red. Hasta ahora, también han usado Neurok en la UNED y en la Universidad de Extremadura, con la que están colaborando en una investigación para medir la calidad de los contenidos compartidos por los alumnos y su nivel de interacción en la plataforma.

"Todavía hay mucha gente que desconfía de estos métodos, pero en unos 15 años se empezarán a ver los resultados", comenta Cuenca, que ya ha asesorado a más de 30 colegios públicos de diferentes comunidades autónomas a través de su consultora educativa Niuco. Para todos aquellos que busquen evidencias científicas de la neurodidáctica, el profesor de la Universidad de Barcelona Jesús Guillén recopila en su blog Escuela con cerebro las últimas investigaciones realizadas en diferentes partes del mundo.

PARA ESTAS NAVIDADES...

12/12/2017

EL SINDROME DEL NIÑO HIPERREGALADO

En Navidad y Reyes Magos hay una imagen que se repite en muchos hogares, al menos en los países donde los padres tienen más recursos: los niños ansiosos, al pie del árbol de Navidad, rasgando los papeles de regalos para descubrir qué hay dentro y luego pasar, frenéticamente, al próximo regalo. Esta tendencia consumista que parece haberse instaurado en las últimas décadas no es beneficiosa para los niños. De hecho, hacerles demasiados regalos a los pequeños puede llegar a ser contraproducente.

En los últimos tiempos se ha apreciado una tendencia muy peligrosa para el desarrollo emocional de los niños, a la que se ha bautizado como "Síndrome del Niño Hiperregalado". Este problema hace alusión al intento de los padres a compensar con juguetes el poco tiempo que pasan con sus hijos. Como resultado, se produce una "anestesia emocional", el niño se vuelve caprichoso, egoísta y consumista. Está más preocupado por vanagloriarse delante de sus amigos y compañeros del colegio de la cantidad de regalos que recibieron.

De hecho, la tendencia a enfocarse en la cantidad de juguetes, más que en su calidad, también desvela un desconocimiento de los padres de las necesidades de sus hijos. Los juguetes y regalos son importantes en la vida del niño pero estos tienen una función precisa y, bajo ningún concepto, pueden ser un sustituto de la atención y el cariño que deben propiciar los padres.

En este sentido, un exceso de juguetes provoca en los niños:

1. Produce una sobreestimulación. Cuando los niños reciben muchos regalos, no disfrutan de ninguno en especial, o se decantan por el regalo que más les ha gustado, obviando el resto. El exceso de estímulos simplemente les sobrepasa, por lo que muchos de esos regalos terminarán tirados en un rincón. Cuando el niño recibe más juguetes de los que son capaces de jugar, no puede concentrarse en cada uno, por lo que no les saca el máximo provecho.

2. Pérdida de la ilusión. El exceso de regalos puede hacer que el niño desarrolle una apatía total. Cuando el niño está acostumbrado a recibir muchos presentes, considera que es una obligación de los padres, y pierde la ilusión que normalmente implica recibir un regalo y descubrir su contenido. Por tanto, de cierta forma, en vez de embellecer su infancia, le estamos robando una de las emociones más bonitas.

3. Bajo nivel de tolerancia a la frustración. Los padres que le dan a sus hijos todo lo que desean, sin explicarles el sacrificio que se esconde detrás de cada regalo, contribuyen a generar una actitud egocéntrica, de forma que los niños no aprenden a lidiar con los reveses y la frustración, una capacidad esencial para la vida.

4. Limita la fantasía. El exceso de juguetes termina provocando aburrimiento y mata la fantasía. De hecho, aunque los niños necesitan juguetes para desarrollar tanto sus habilidades motoras como cognitivas, no podemos olvidar que también se puede jugar sin juguetes, y es precisamente en esos momentos, cuando no hay un guión preestablecido, cuando más se desarrolla la creatividad.

5. Desarrolla antivalores. Cuando los niños reciben demasiados juguetes o regalos, les restan valor, no comprenden en su verdadera magnitud el esfuerzo que probablemente han tenido que hacer los padres. Como resultado, pueden desarrollar actitudes consumistas y profundamente egoístas.

La regla de los 4 regalos

La solución no es hacer que los niños prescindan de los regalos, sino obsequiarles menos presentes, que realmente puedan disfrutar durante el mayor tiempo posible. Para lograrlo, puedes seguir la regla de los 4 regalos:

1. Un regalo que pueda usar, como las prendas de ropa, los zapatos o accesorios similares.

2. Un regalo relacionado con la lectura, y que se trate de un libro en papel.

3. Un regalo que deseen mucho, dirigido a alimentar la ilusión.

4. Un regalo de cualquier índole que realmente necesite.

La Navidad es una época de ilusión y alegría, por lo que es el momento perfecto para enseñarles a los niños a valorar otras cosas más allá de los regalos. Háblale de otros niños que no tienen tanto como ellos y anímale a donar algunos de los juguetes que ya no usa y que estén en buen estado.

Aprovecha además estas fechas para pasar tiempo juntos. En vez de comprar tantos regalos, planifica actividades de ocio en familia, como ir al cine, al teatro, al zoo o simplemente dar un paseo. Tu tiempo, es el mejor regalo que le puedes hacer. Así lo confirma este emotivo vídeo.

Fuente: Ledesma, T. (2015)